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Confort y música para volar

28/07/2014

Por Patricio Durán.

La fría noche del viernes fue testigo de la presentación de Zero Kill –el proyecto del hijo de Gustavo Cerati- en el CC Matienzo. Acompañaron Astronauta Boliviano y los sorprendentes Sobrenadar.

El lugar común dice que las comparaciones son odiosas y que nunca es fácil ser “el hijo de”. La presencia de su padre es inevitable, se trata de uno de los próceres del rock argentino, pero Benito se la hace difícil al que quiera empezar a buscar ese tipo de cosas: no utiliza su apellido para estar en donde está y no hay demasiados puntos de contacto con la obra de Gustavo Cerati. Zero Kill, además de Benito en voz, está formado por Dana Dell en bajo, P.I.O. en teclados (ambos del dúo UT UT UT), Juan Strambini en guitarra y Oaky Castellani en batería. El grupo continuó con la presentación de su disco Trip Tour aparecido el año pasado.

 

La noche comenzó tarde, una hora y media después de lo anunciado. Además, el espacio entre artistas se hizo eterno gracias a las dificultades para preparar el sonido de cada banda. El público estuvo más tiempo esperando que escuchando música en vivo y eso conspiró para que el evento pierda agilidad.

El primero en salir a escena fue Franco Funes, más conocido como Astronauta Boliviano. Con una estética hippie se sentó en el suelo con su guitarra en mano, como si se tratara de un fogón, y casi tímidamente anunció “vengo a tocar unas canciones, a ver qué pasa”. Arrancó entonces con su pequeño set de veinte minutos. Hizo un puñado de canciones delicadas sobre una inusual –y después de un rato molesta- base de sonidos naturales, grillos y aves. Tocó un cover de Spinetta, Casas marcadas, y se despidió, a tono con su pretensión de estar en contacto con la naturaleza, con un “tenemos que unirnos con el reino animal, al fin y al cabo venimos de ahí”.

 

Después de un rato apareció Sobrenadar, que comenzó siendo el proyecto de Paula García y se transformó en dúo con la incorporación de Javier Medialdea. Cada uno en su pequeño laboratorio personal (laptops, teclados y diversos efectos de sonido –además de la guitarra de Paula-) lograron crear un denso andamiaje sonoro que se fusionaba con las voces fantasmagóricas. Con eso envolvieron al público durante los 35 escasos minutos que duró su set. A la banda se la nota más preocupada por los climas que generan que por la canción per se, cuesta imaginar que estas canciones funcionen despojadas de toda ornamentación.

 

El mayor mérito de Sobrenadar es convertir a toda esta ornamentación como parte indispensable del tema. Sonaron prolijos, etéreos, futuristas. Estuvieron ensimismados en lo suyo durante todo el show, espectrales, apenas se presentaron o agradecieron al público; nada que rompa el hechizo, dejaron que el dream pop haga lo suyo.

 

Llegó entonces, para cerrar la noche (tras una hora de preparaciones), Zero Kill. Se puede ubicar al sonido del grupo dentro del rock alternativo de la década del noventa, con ciertos aires oscuros. Benito es un híbrido entre dark y emo (alguno dijo flogger por ahí), un glam en blanco y negro. Maneja bien el escenario, tiene una voz dotada y baila de manera frenética. La banda suena ajustada y potente, principalmente gracias a la base que crean el bajo y la batería.

 

Pasaron temas de su disco Trip Tour entre los que se destacaron Hidrofobia y Corazón centrífugo, invitó al escenario a Fernando Nalé a quien presentó como “el mejor en eso de los graves y en eso de ser una buena persona” y también a Javier y Paula de Sobrenadar con los que hizo una versión del instrumental Wake up. Presentó Llamadas, una canción nueva que será parte de su próximo disco (en el que ya están trabajando) y cerró el show nuevamente junto a Nalé para una versión de Dizzy. Terminó la noche, mucho más tarde de lo planeado, pero con el sabor gratificante que deja un buen show.

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