Las canciones al poder
23/10/2013
Por Claudio Kobelt.
Violeta Castillo formó parte del Ciclo Música en el Senado, que ya convocó -con entrada libre y gratuita hasta agotar capacidades- a Viva Elástico, Javier Malosetti, Liliana Herrero y Leo García, entre otros artistas.

El pasado viernes 18 caminaba por los pasillos del Senado de la Nación y algunos minutos después, ya estaba sentado en un fastuoso salón ante la atenta mirada de diversos ilustres desconocidos en los cuadros, bajo una pesada y antigua araña de cristal. Techos altísimos, columnas haciendo juego, personal de seguridad y hombres de traje. Pero al fin, ¿qué estaba haciendo yo en el Senado de la Nación? Pues sépanlo, estaba cumpliendo una de mis tareas favoritas en todo el mundo: escuchar cantar a Violeta Castillo.
En el marco del Ciclo Música en el Senado, la cantautora dio un show vibrante donde repasó varios de sus clásicos y presentó algunos temas nuevos, en un entorno más que particular. Seguramente, las características del recinto -y el horario de atardecer- fueron las que posibilitaron un público más que variado, con asistentes de todas las edades -desde niños hasta adultos mayores-, empleados del edificio, familiares de los músicos, amigos y, por supuesto, seguidores de Violeta y su obra.
Una joven presentadora realizó la introducción del caso. Agradeció a los concurrentes y a los músicos y contó que el auditorio en el que nos encontrábamos es conocido como Salón Illia, donde habitualmente se llevan a cabo reuniones de comisiones y que los "ilustres desconocidos" que nos vigilaban desde los retratos no son otros que los vicepresidentes que tuvo nuestro país en su historia. Concluyó al deciendo que ese lugar, ese espacio, ese Senado, era nuestro. Era del pueblo argentino y que debíamos apropiarnos del espacio. Interesante propuesta, y quizás las canciones que vinieron después fueron una buena forma de empezar a hacerlo.
Con flequillo dorado, camisa de jean y su banda en formación completa, Castillo comenzó su set con la encantadora La Magia, en una versión cálida y suave, donde el guitarrista da pequeñas puntadas sonoras con aires jazzeros. Le siguieron Afilados, La Batalla del Movimiento y La Madera. Rodeándonos, innegable, flotaba cierta dulzura cruel en las canciones de Violeta, un amor profundo por el espíritu de la canción sensible y confesional. Una señora de anteojos se sonreía mientras escuchaba y movía la cabeza al compás. Ella es La prueba viva de que cuando una canción conmueve, moviliza, y tiene lo que tiene que tener -un montón de magia y cosas sin descubrir- llega y te traspasa, sin importar quien sos, sólo si podés sentir.
Durante Alfiler, el sonido pareció volar y quedar enjaulado, encerrado en las columnas, convirtiéndose en el techo, en el aire que respirábamos. Luego, llegó el turno de los temas nuevos para los que Violeta presentó a “un amigo nuevo”: su teclado Casiotone. Con la cantante al frente del instrumento realizaron los inéditos Ola del Mar y Las Cremas. El grupo que la acompañó en esta ocasión era sólido y ajustado, destacándose el guitarrista y sus punzantes pinceladas de color en cada acuarela de canción, y el ritmo justo y matemático del baterista. “Quedan dos canciones”, anunció Violeta para finalmente confesarnos que en realidad quedaba una sola porque la otra era el bis y había arruinado el secreto. Entonces arrancan con Las Señales, dejando Mi Cárcel para el cierre, que no fue tal.
Aullidos, chiflidos y gritos de "¡Otra!" dejaron claro que este público no la dejaría irse así nomás, que debía haber un bis. Violeta agradeció, y volvió al escenario con su criolla, sin la banda, para conmovedoras versiones de Vienes y te vas -vieja y bellísima canción que ha sido versionada tanto por Néstor en Bloke como por Los Tekis- y la intensa Bolsillo Secreto. Lo recuerdo, y la sensación que me recorre es la misma que tuve en ese momento: la piel se eriza y los ojos se ponen rojos de emoción.
De desborde de sensaciones vividas, desatadas por un puñado de canciones pop, ¿cuántas personas tienen la habilidad, el talento y la sensibilidad de lograr al menos una canción que te conmueva? Violeta Castillo ha hecho varias de esas, y, como pidió la presentadora al comienzo, no sólo se apropió del espacio, sino de nuestra percepción, de nuestra piel, de todo lo que ocultamos y que ella bien se ocupa de desnudar. Si pudiéramos vivir en una casa hecha de canciones, a mí denme un Castillo. Y si es violeta, mejor.