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Lo real de la canción

Por Claudio Kobelt.

Natalia Ponso, Pablo Maeda y Manuel Embalse se juntaron el Sábado 17 en Alimentación General -Anchorena 632, Capital Federal-, para mostrar sus distintos estilos y su misma pasión por la canción.

 

“Junio ya se ha ido / no conmigo / tiempo al andar, te apagaste / y me amigué con el frio" disparó suave y al centro Natalia Ponso en el bonito espacio conocido como Alimentación General, iniciando el calor -justamente- en una noche de canciones y espíritu en las cuerdas. Vocales, criollas, sensibles. Acompañada de su guitarra -porque eso no es soledad-, Ponso desgranó temas de su excelente álbum debut El Monstruo más algunos inéditos. Su voz funciona como bufanda ante ese frío que relata y que nos espera afuera del recinto, donde no hay canción que abrigue. Las palabras se trepaban a esa voz dulce y enorme avanzando, viajando, conduciéndonos a un mundo luminoso con paisajes de desamor y toques de esperanza. “Lo próximo va a sonar medio raro, les voy a pedir que no se rían” dijo Natalia sonriendo y cantó “Sumergirse en la tormenta”. Una vez terminada la parte vocal -sin dejar de tocar-, se colocó una cornetita en los labios e hizo unos simpáticos sonidos que entraban justo en la canción. Nadie se rió. Se sonrieron. Felices de estar ahí.
Una magia evidente comenzó a hacerse sentir, fruto invisible de la comunión entre artistas, público, y todo lo que se vivió y flotó en ese momento y en ese lugar. “Lo que quiero no siempre me hace bien/ y vos estás en ese tópico” cantaba Natalia en “Tópico”, sin dejar de guitarrear con ímpetu pasional. Sus manos pequeñas aman lo que tocan, y mientras la izquierda marcaba con sobriedad los acordes, los dedos largos y finos de la derecha galopaban sobre un campo de cuerdas logrando un estilo que va a la perfección con su folk/pop canción. No mucho después, a pedido de la cantante, todos nos encontramos cantando “miau miau miau”, como instantáneos gatitos rítmicos a su orden, para el estribillo de una melodía estreno. El encanto de la autora reside en algún lado entre el bosque y una cabaña frente al mar, en el límite impreciso entre el campo y la ciudad. En una guitarra criolla sonando en la dulce calma rural del folk y la tristeza urbana de la ciudad. 
Natalia Ponso se retiró del escenario, y a la brevedad llegó Pablo Maeda y Los Islandeses. Cuando había escuchado en aquel momento su disco debut, La Métrica del Espacio, se había despertado en mí la curiosidad por saber cómo serían esas canciones en vivo, y cuando empezaron a sonar, no pude más que felicitarme por mi acertada inquietud. El impecable trabajo vocal de Maeda y sus músicos en los coros es brillante, y se esparce de inmediato por el lugar, en los oyentes, agitando con cuidado y firmeza la presencia emocional. Todo se tiñó de infinitos colores en cada timbre sonoro, en cada armonía ejecutada, en cada búsqueda-canción emprendida por ese ajustadísimo ensamble de folk electroacústico y sensible.
La voz de Pablo Maeda, cálida y sincera, profundizó en el hechizo comenzado por Natalia Ponso, y una energía palpable recorrió la habitación. No pude permitirme anotar temas, momentos o anécdotas a resaltar, tan solo me puse atento a la sensación, a eso que se puede respirar. Sólo me permití escribir al finalizar el recital, y es que después de ver un show de Pablo Maeda uno siente que ya está, que la humanidad dentro nuestro está por estallar. La canción ha encontrado en Maeda y sus músicos una nueva voz, de las que no hay que dejar pasar.
“Bienvenido bienvenido bienvenido bienvenido…” repite en loop Manuel Embalse para dar comienzo a su show, el último de la noche. Esta vez con el formato de dos guitarras acústicas, algo distinto de los que nos tiene acostumbrados, el creador del bailable Báncatela si te la bancas arrancó con una letra que dice “No vale que seas tan linda” y listo. Ya nos compró. Su enorme talento, sensibilidad, carisma y humor dan por resultado un conjunto de canciones siempre de sonrisa y poesía en la cotidianeidad del amor. Con base fundamental en la canción pop, Embalse juega con los géneros, el clima y los ritmos hasta lograr tonadas sumamente originales, de melodía contagiosa, lírica dulce y entretenida, yendo del folklore al rocanrol, pasando por la balada y todo lo que se pueda guitarrear. “Rosas”, “El Cóndor pasa”, “EL Messi de tu vida”, “La perra de mi ex novia”, canciones aún no registradas que dan en el blanco al primer tiro.
El cantante charla y bromea con el guitarrista invitado, con el sonidista, con el público, lee un mensaje de texto de unos invitados que no llegaron al recital porque “colgaron mal”. Se ríe y hace reír, y ese es uno de los puntos fuertes de Manuel: Su verborragia, su humor y su desenfado lo vuelven un showman carismático e imperdible. Desacartonando lo habitual de cualquier presentación, celebramos su gracia y naturalidad. Pero claro está, bromea en las pausas y los intermedios, más cuando toca y canta, no es ningún chiste, es la fibra pura de la canción. Manuel intenta despedirse y terminar su recital, pero encendió la mecha de la fiesta y el público le reclama la explosión final, la que llega con “Fumate esta”, estallido de ritmo y calor, sumando ahora, y de forma improvisada, a dos miembros de la banda de Pablo Maeda, instrumentación que le brinda mayor cuerpo y alma de rocanrol al último tema del show.
Magia, energía, emoción y festejo. Imágenes poéticas que volvieron materiales en una noche donde vivió la única verdad que pudimos comprobar: la de las canciones de amor.

21/08/2013

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