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La Nostalgia Fútbol Club

13/02/2014

Por Claudio Kobelt

Luego de una noche consagratoria en el Centro Cultural Matienzo, dos de los grupos más celebrados durante el 2013, Bestia Bebé y Mi Amigo Invencible, volvieron a juntarse para dar un nuevo show, esta vez en José C. Paz, junto a diversos grupos de la zona. He aquí una breve reseña de lo que allí pasó.

En el conurbano bonaerense las noches son más claras, la luna agiganta su redondel y las estrellas dejan de ser un mito para ser una realidad comprobable a tiro de cuello. Las casas bajas, la cumbia sonando a lo lejos y las pibas charlando sobre “ir al baile” son el paisaje en la noche del céntrico José C. Paz.

Allí nomás, hacia el final de la Avenida Perón, el reducto conocido como EQ resolvió poner en su grilla a diversos grupos de la nueva escena independiente, como programando la banda de sonido para la tormenta que esa noche no tardaría en arrancar. El lugar posee una acogedora terraza en la cual se repartieron birras, empanadas y risas entre asistentes y músicos, mientras en el cielo los relámpagos nos guiñaban el ojo de la noche y las primeras gotas del diluvio nos ahuyentaban del aire libre. Pero ya nada importaba, minutos después comenzaría formalmente la fiesta, y los encargados de abrir la jornada fueron The Aberdeens, un power trío local que, apoyados fuertemente en el pulso salvaje y firme de su baterista, desplegaron una mixtura justa entre el post grunge y el power pop, con reminiscencia tanto a Foo Fighters o Silverchair como a The Beatles por su corazón melódico.

Sumamente prolijos y cuidados (¿quizás demasiado?), Aberdeens tiene en la voz de su cantante -de dulce tono y perfecta entonación para las diversas canciones en inglés- una de las claves para su sonido tan claro. Luego fue el turno de MK-Ultra, curiosa hermandad con espíritu de búsqueda y un sonido sumamente particular. Tras una armadura de riffs puntiagudos y venenosos, Mk-Ultra destiló canciones oscuras, sucias y únicas en toda su incorrección y locura. Con ingredientes iguales de post punk, indie rock americano y el mejor rock de guitarras, los Mk invocaron aires tanto de Artic Monkeys como de Sonic Youth para sus sinfonías desprolijas hechas de carne y saliva, con un cantante sumamente personal que se sacudió eléctrico e incontrolable, frotando su guitarra y su furia contra todo lo que tuviera delante. Una más que interesante propuesta de esta agrupación a la que no debemos perderle el rastro. Afuera, el cielo lanzaba cuchillos de agua frágil hacia el suelo inmóvil, pero pocos se enteraban de esto dentro de EQ.

La noche avanzaba y todavía faltaba mucho por terminar. Los próximos en subir al escenario fueron Los Síntomas, quienes desplegaron un pop oscuro oscilando entre el dark, el synth y el tecnopop, con un resultado mestizo entre Fricción y Adicta, La Sobrecarga y Los Látigos. Debido a que su tecladista no estaba presente, la parte electro fue aportada mediante pistas pregrabadas que llegaron a cumplir correctamente el componente sonoro faltante, pero que estimamos debe ser aún superior con un músico ejecutando esos sonidos en vivo. La de Los Síntomas es una fórmula delicada, distinta, y profundamente cuidada tanto desde lo sonoro como en lo estético, una búsqueda que se celebra y otro grupo para llevarse anotado y volver a ver y escuchar muy pronto.

Con la majestuosa “El Cóndor” arrancó el set de uno de los grupos más esperados de la noche: Mi Amigo Invencible. El combo mendocino volvió a hacer gala de su llama para el vivo y calentó el aire desde el minuto cero a fuerza de canciones y espíritu libre. Las tonadas avanzaban, y era como ver volar un ave: algo natural, salvaje y esplendido, de un poder y una mística inexplicable. Escucharlos y cantar con ellos es como montar en el lomo de pájaro de fuego y recorrer los múltiples paisajes que sus sonidos, sus melodías y sus letras nos proponen. Un mundo sin fronteras ni restricciones.

MAI va de la melancolía al estallido, de la suavidad a la distorsión y se siente instintivo en ellos, como al ver un ave volar: se sabe natural, pero se entiende innegable la magia detrás. Con la salvaje “Guaper Punk”, que dejó a todos ladrando, y con “Ajeno” para el bis, Mi Amigo Invencible dejó el escenario de José C Paz tras haber agitado cada corazón presente, el del público y el de ellos, y de habernos abierto su pecho caliente y sincero, para volver a inundarnos de su misterio salvaje, romántico e intenso.

Y si MAI había dejado el cuerpo encendido, lo que continuó fue el incendio. Bestia Bebé es dinamita pura, una bomba estallando en cada garganta honesta partida de grito y canto. Con encendidas versiones de “Sabés!” , “El Uruguayo” y la grácil “La Mentira del Verano”, los BB comenzaron un show absolutamente catártico y liberador, de esos donde tu carga negativa se cae a pedazos ante la potencia de lo que no para de sonar, como un cable a tierra musical, y donde el miedo inherente se caga a piñas con la sonrisa que empieza a brotar. Y estos Bestia Bebé empujan por la mueca de alegría, la pelean sin cesar, porque desatan una energía incontenible, un poder crudo que moviliza y nos recarga como pequeñas baterías sedientas de eso que justo nos vinieron a contar.

Un puñado de canciones veloces sobre amigos y derrotas sonaron una tras otra generando un clima febril donde el baile y el pogo no se hicieron esperar. Tras el bis con “Muero por ser el nuevo héroe de esos idiotas”, el telón se cierra pero el aullido es general y todos piden más. Los Bestia no se hicieron rogar y casi de inmediato atacaron con una rabiosa versión de “No Tengo Nada” de Embajada Boliviana para un gran final.

Al salir de EQ, el sol ya había ocupado su puesto habitual, y las nubes emparchaban el cielo creando una claridad gris, piadosa para los que surgían con los ojos llenos de noche del lugar. Y entonces una duda me surgió: al salir con el día avanzado de un lugar donde hemos pasado toda la noche en vela, ¿es ese el comienzo de un nuevo día o acaso el fin del anterior? Con noches como esta, con estos grupos y sus canciones, nada nunca será un final. Siempre será un nuevo principio y allí deberíamos estar, sin falta, cada vez que esto vuelva a empezar.

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