Tan perdidamente vivos
11/11/2013
Por Claudio Kobelt
Entre ferias, djs, fanzines, discos y mucha música en vivo pasó el Festival Malibu por G104
-Gascón 104-, la fiesta que cerró un año vibrante del exitoso ciclo independiente.

Dibujos, postales, pins, tarot, banderines y todos los colores posibles daban la bienvenida el viernes pasado en G104 de Almagro. El Ciclo Malibú que tiene lugar todos los miércoles en El Especial -Av. Córdoba 4391-, por donde ya pasaron infinidad de bandas independientes y todo con entrada gratuita, festejó un triunfante año de trayectoria con una edición especial que incluyó shows de cuatro grupos bien diferentes pero unidas en el espíritu de independencia y búsqueda constante de nuevas formas de expresión musical.
Un bombo en negra golpeó indicando el comienzo del show de Sobrenadar. Paula García dibujó con su guitarra ramas sonoras donde cientos de luciérnagas de ensueño se pararon a brillar para nosotros y su voz dulce y penetrante fue infinita como el cielo mismo. A veces cantando a dúo con Javier Medialdea -también al mando de los sintetizadores y los vocoders robóticos- el grupo remitió a Beach House, por momentos a Röyksopp, o incluso a Sigur Rós, con ese dream pop cósmico que parece pararnos frente a una lluvia de meteoritos en la noche, mientras cientos de pájaros robot cantaban sus metálicos trinos.
El baile era introspectivo y delicado, interno, agitando el centro mismo de nuestro núcleo. El techo se volvió negro y la galaxia entró en el ladrillo. Las voces de García y Medialdea parecían ser opuestas en tono e intención, pero al unísono se complementaban, se atraían, se hacían una, otra distinta. Estirándonos, en puntas de pie, y con la yema de los dedos, puede llegar a rozarse la esencia mágica de Sobrenadar, etérea e inabarcable, galáctica e íntima. Hermosa y poderosa forma de comenzar la noche.
No mucho después, tras una tímida introducción shoegazer, llegó el turno de Digisagas, brillante y fundamental agrupación en el recambio generacional de la escena independiente. Su noise pop, su shoegaze melódico, fue una brisa caliente y sincera no apta para todo público, pero claro, las mejores cosas no lo son. Hay mucho de melancolía en ese sonido, pero es una melancolía áspera, del futuro, una evocación de recuerdos sin vivir, de añoranza del mañana. No necesitan agite ni letras manifiesto, ese sonido dice todo o más de lo que podrían decir con la vulgar palabra. Con muchos de los temas de su reciente placa Tao, como Bambi o Estrella -Estrella al fin/ estrella dónde se murió-, los Digi mostraron un camino de evolución y experimentación con un presente exquisito y un futuro sin límites. Y si Sobrenadar era el cosmos, Digisagas pintó la oscuridad necesaria en ese espacio para que sus platos voladores inicien la guerra de los mundos. La particular voz de su cantante es el valor agregado, un ingrediente único e irrepetible sin el que esta banda sería otra, una no tan buena sin duda. Si uno escucha su brillante primer disco -Una vuelta más sobre el eje imaginario- es innegable el crecimiento y exploración de climas y texturas que el grupo realizó para su nuevo álbum, y que realiza día a día, show a show. Nostalgia pop, penumbra, búsqueda y canción noise por siempre. A Digisagas, la eternidad. Mientras en el espacio de la feria los djs hacían cantar con sus hits emocionales, adentro se preparaba el tercer grupo y el primer atisbo de fiesta masiva: el show de Mateo de la Luna en Compañía Terrestrial. Arrancaron con la suave y cálida Lo más campante y los primeros papeles de colores comenzaron a volar tiñendo el aire, mientras las canciones de amor nos envolvían reconfortándonos. Tras la reciente partida de su voz femenina, Belén Aielo, presentaron a Natalia Ponso, nueva contraparte vocal que tiene una enorme responsabilidad por delante: llenar ese espacio y profundo sonido que los fanáticos del grupo veneran con locura. En las primeras canciones, Natalia se mostró tímida, contenida, pero a medida que avanzaba el show comenzó a soltarse, sus brazos se abrieron y su voz enorme voló llenándolo todo. Y entonces quedó claro: no vino a reemplazar a Belén, vino a ser Natalia.
Ansioso esperaba por más shows juntos y poder disfrutar de esta evolución y del enorme aporte que una artista como Ponso puede darle a Mateo. Pasaron Absorbo todos los tés de todas las tardes, Él es mi amigo y Escafandra, entre otros. Esas melodías calientes eran generadores de energía dulce, alimentandonos, sobrecargándonos, dejando los corazones en Tilt. Garuó brillantina, y no es una forma de decir: alguien abrió una bolsa y tiró polvo de estrellas sobre el público y los músicos. Papel picado, serpentina, explosión de colores y sonrisas acompañaron todo el set, tanto desde arriba como abajo del escenario. Una fiesta emocional, festejo del romance y celebración de la pasión, con tanta ternura como profundidad, plena dulzura y algo de oscuridad. MDLLECT recuerda por momentos a Edward Shape & The Magnétic Zeros, en esa fusión de voces y melodías salvajes, y a Flaming Lips en ese concepto de fiesta psicodélica, pero son solo referencias, ya que es claramente un grupo para ver, oír, adoptar y sentir en vivo. Porque seguro que después de un recital de ellos te vas bastante más feliz. Eso, seguro.
Con la vieja Cables arrancó el set urgente y catártico de Mi Amigo Invencible. Le pegaron Adiós a las nubes y Destruir, todo sin pausa y con prisa. No hay tiempo de hacer silencios, es momento de tocar y emocionar. Una descarga de melodías calientes, como un abrazo sincero tras otro que se abre paso desde tu pecho hacia adentro. En Hacernos extraños todo explotó, y eso de “perdidamente vivos” de que habla la canción se volvió tangible, y los amigos y las pibas se abrazaron y saltaron cantando a los gritos y sudando fuego. Sonaron varios de los temas de su nuevo gran disco, La Nostalgia Soundsystem, a los que le pisaron el acelerador dándole mayor velocidad e impacto para el baile, que no tardó en desatarse febril e imparable frente a Días de campos minados y Bahía do Point Olive, hits pasionales de culto que se cantan a los gritos, saltando y poseído por el ritmo frenético y el calor de las canción. Sus elementos folclóricos, rockeros, hipnóticos, hacen de este uno de los grupos más interesantes, únicos e imprescindibles de hoy. Uno no puede evitar creerles: esos músicos son amigos, están unidos, se quieren y se hermanan en ese sonido común. Sinceridad pura. Es imposible no creerles cuando sonríen y se abrazan entre sí. Emociona y traspasa, enseña, se siente, conmueve. De pronto, anunciaron el fin del show y que todo terminaba, pero claro, nadie se quería ir, queríamos vivir en ese reino de amigos gigantes e invencibles hasta que no haya mundo o se corten las cuerdas, lo que suceda primero. Los gritos de otra y bis no cesaron, y los muchachos obedecieron con intensas versiones de Los Lobos y Nada peor que la sed, para la que subieron al escenario muchos amigos, músicos, gente del público a cantar y hacer coros y percusión, o solo a abrazar a los que tocan. Y así, en una intensa zapada épica, caótica e intensa, todo terminó. Y así pasó la Fiesta Malibú en su edición especial, el broche de oro para un ciclo imprescindible en la música actual, con cuatro bandas bien distintas y representativas de buena parte de la escena independiente actual.
Afuera el sol iluminaba alto y las pandillas caminaban lento y agotadas de tanta pasión, implorando pronto nueva descarga. Este miércoles continúa el Ciclo en su edición habitual, donde tocarán Ludomatic, Cállate Mark y Proyecto infinito, como siempre gratis en El Especial. Si este ciclo, esta noche, y estas canciones con amigos no son amor y revolución, pues entonces, nada lo es.

PH Gisela Areávalos

PH Gisela Arévalos

PH Gisela Arévalos

PH Gisela Arévalos

PH Gisela Arévalos

PH Gisela Arévalos