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Bienvenidos al boliche de melero

14/05/2014

Por Patricio Durán.

Daniel Melero presentó Disco en un cóctel organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Ambientó el lugar como un boliche y conversó con los invitados mientras sonaba su nuevo trabajo a todo volumen entre el humo y las luces. 

El sótano del elegante bar Kirie, ubicado en el barrio de San Telmo, se convirtió por un rato en un boliche: la música alta, el humo artificial, la iluminación colorida, la gente con un trago en la mano y hasta alguno que se animó a bailar. Así fue como Daniel Melero eligió presentar su nuevo álbum. De manera temática, enmarcó el salón de acuerdo a lo que su trabajo simboliza. Mientras -también él trago en mano- charlaba de manera informal y se tomaba fotos con los invitados. 

 

No es de extrañar entonces que el nuevo disco de Melero se llame, justamente, Disco. Lejos de ser, como podría pensarse, una defensa del álbum como obra íntegra ante tanto archivo digital, en el trabajo suena música disco, música dance. La percusión bailable y repetitiva, el groove que marcan las bases de bajo, los sonidos sintetizados y alguna guitarra funk predominan en la nueva edición.

 

La mirada parece estar puesta en la indietronica que solía ofrecer LCD Soundsystem y en menor medida Reflektor (2013), el álbum de los canadienses Arcade Fire -no casualmente producido por James Murphy, el cerebro de LCD Soundsystem- y no tanto en la innovación y experimentación sonora característica del autor que suele recibir la comparación tan inevitable como injusta con Brian Eno. Ambos se definen como no-músicos y autodidactas, es importante su trabajo tanto en sus discos solistas como en los que producen para otros artistas e incorporan el arte conceptual al rock, es cierto. Pero también es cierto que él nunca imitó a Eno ni sonó parecido. 

 

Aunque la música bailable transita casi todo el trabajo, Melero sigue siendo Melero y aun con estos ingredientes dibuja los paisajes sonoros a los que nos tiene acostumbrados. Canciones como Vamos a un corte -que abre el disco-, Saber volver y Fin del espacio publicitario -un pequeño outro ambient- nos sumergen en esos climas hipnóticos y densos gracias a las capas de instrumentos que se acumulan y superponen.

 

A lo largo de los seis minutos que dura Club de músicos aparece un contraste con el tono general del álbum. En este caso se vuelve downtempo, oscuro y profundo, marcado especialmente por la voz grave con la que Melero interpreta esta canción y los sonidos envolventes y calmos. Pasan otras canciones como El ritmantista, Mirá mirá o Gente segura y se alejan tanto del pop sintético de Los Encargados, el shoegaze de Colores santos -1992, junto a Gustavo Cerati-, las piezas acústicas y delicadas de Travesti (1994) o el country de Vaquero (2001), que uno no puede más que sorprenderse de la cantidad de géneros en los que incursionó y de que difícilmente quede mal parado. 

 

Pero la canción que define el disco es Bienvenidos, que justamente fue la que más veces sonó durante el evento y en la que Daniel Melero canta juguetonamente “Bienvenidos/Muy bienvenidos/Pasen y vean”. Los que pasamos y vimos nos llevamos otra obra novedosa e interesante de un artista que parece inagotable.

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