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Buenos Aires llamando

05/05/2014

Por Claudio Kobelt.

En la décima edición del Buenos Aires Calling, cinco grupos pasaron por el escenario de Ultra Bar en el Microcentro porteño y dejaron constancia de la vitalidad y diversidad de buena parte de la nueva escena musical.

Como hace ya varios años, en el festival Buenos Aires Calling se encuentran algunos de los grupos más interesantes de la escena independiente actual. Que dicho festival se lleve a cabo todos los 1ro de mayo es una de sus principales características, aceptando así y promoviendo, en el día del trabajador, que los participantes, y todos los músicos en sí, son trabajadores en pos de una nueva forma de expresión. Laburantes de la creación y la ejecución del arte musical. Y vaya que los músicos independientes saben de esto: de gestionar, de producir, de trabajar cada detalle de lo relacionado a su música para que esa canción llegue a nosotros -en todo sentido-. En la edición número diez del Buenos Aires Calling hubo cinco grupos sonando sobre el escenario del bar Ultra. Cinco bandas que dejaron en claro sus diferencias y afinidades, sus coincidencias y distancias, sus ganas de seguir tocando siempre y cada vez más. 

 

El comienzo llegó de la mano de Sebastián Salvador, el proyecto solista del cantante y guitarrista ex Interama que junto a una banda de cuatro excelentes músicos ejecutaron un pop suave y ligeramente melancólico, con claras influencias del Brit Rock, y más particularmente de Radiohead, con el destaque de algunos momentos bien ceratianos. El grupo sonó a la perfección logrando con precisión un sonido claro y compacto, el cual encontró alguno de sus mejores momentos en las armonías vocales ejecutadas entre el cantante y los coros. Con el lugar a su capacidad colmada, Salvador se retiró del escenario tras una gran ovación del público, dejando el espacio listo para el próximo grupo en la grilla: Mi Amigo Invencible.

 

Con Perdido Nos, canción incluida en su disco Relatos de un Incendio (2011), seguida de Sin 0 y Bye, -ambas de Guaper, la tenaza que corta el alambre del corral (2007)-, los Invencibles dieron inicio a un show corto pero infalible, con diez temas de toda su discografía, eficazmente elegidos y distribuidos para intensificar de canción a canción el clima de baile y comunión. La combinación de voces de Mariano Di Cesare y Mariano Castro incrustaron en el sonido y en el aire una belleza dulce y profunda como joyas en el anillo de la percepción. Ya en el tercer tema, el grupo pareció despojarse de toda timidez y desplegó sus alas de encanto que nos dejaron maravillados, aún sin haber levantado el vuelo. 

 

Para Destruir y Días de Campos Minados, M.A.I. tomó carrera, agitó sus alas de canción y su vuelo se evidenció majestuoso, rasante, tan poderoso como etéreo e inevitable. El grupo pareció jugar, crear, divertirse en ese poema sonoro sin límites entre el folclore, la canción y el kraut espacial. Le pegaron Esta Casa y Los Lobos, las primeras dos canciones de la velada incluidas en su último disco La Nostalgia Soundsystem (2013), y esta lista de temas dijo algo respecto de Mi Amigo Invencible: mostraron el brillante recorrido realizado, la diversidad sonora y compositiva, el crecimiento, las posibilidades infinitas y la magia sin límites.

 

Bahía de Point Olive y Me Cuide Tanto se ocupan de mantener vivo el baile y la energía reinante en el aire, palpitante en la tierra, los ojos, las sonrisas. El cierre llegó con la celebrada Ajeno, esa que incluye y reversiona un fragmento de Y aún yo te recuerdo de Flema. Y ésto, más que un broche de oro, fue un golpe divino de poder imparable en el tercer ojo del espectador. Di Cesare volvió a tomar la percusión, como ya lo había hecho en Destruir, y junto al resto del grupo ejecutaron un intenso final noise, hermoso, eterno y salvajemente vivo.

 

“Nosotros somos Los Barenboim, y quizás ustedes no” dijo el cantante de la banda en cuestión al presentar su particular agrupación cuya gran parte del show consistió en una serie de versiones de clásicos de pop de los ochenta y los noventa con letras traducidas a un español “argentino/porteño”, dotadas en el proceso de un humor muy particular. Así Rent de Pet Shop Boys se convirtió en Alquílame, Hungry like a Wolf de Duran Duran en Hambriento igual que vos, y No me dejes nene fue el título elegido para Don't You Want Me de The Human League. Las versiones fueron crudas, sucias, quitadas del glamour original y vueltas barriales, convertidas en una reinterpretación más que en un cover en sí y es ahí donde se entiende esa autodenominación de Post-pop que los Barenboim llevan consigo como bandera.

 

Ese humor ácido al traducir las letras, las canciones escogidas y la postura sobre el escenario -más alguna canción que hace referencia al mundo del arte- parecen formar parte de un criterio estético/político/artístico más que de un sonido musical. Pasaron también Perdido en vos -reversión de I've been losing you de A-Ha- y una muy simpática interpretación de What's The Frequency, Kenneth? de R.E.M. Con mucha ironía, humor ácido y una versión punk rock de Tu Juego de Miranda, Los Barenboim abandonaron el escenario de Ultra para dar lugar a Bestia Bebé.

 

Comenzaron con Sabés! y El uruguayo. Bestia arrancó pisando a fondo el acelerador a la pasión. El bajo sonó fuerte como un taladro violento al pecho que abrió una puerta de entrada para todo lo que vendría después. La descarga fue por los pies al saltar, poguear, volar un ratito en las alas de esos amigos cracks. El pogo estalló formalmente con Omar y se trasladó al escenario, donde los músicos se chocaron y se empujaron hasta terminar caídos en el piso en una montaña de alegría y hermandad. El Gran Balboa, Lo quiero mucho a ese muchacho y Fiesta en el Barrio calentaron el ambiente y los corazones a máxima potencia, para inmediatamente después brindar el golpe necesario para el hervor: Doma, cantante de El Perrodiablo, se sumó como invitado a B.B. para hacer una increíble y enorme versión de Destrucción de V8. El caos reinante, las gargantas hinchadas, el músculo golpeado por una canción que traspasó todas las barreras del tiempo y espacio para volver a sonar esa noche, en ese escenario, con esos titanes sanguíneos al control de la demolición. Una versión cruda y sincera, lo más parecido a una piña y un beso en plena conexión. Un momento digno de atesorar.

 

Wagen del pueblo y Patrullas del Terror fueron los temas elegidos para la despedida y el final, y ese pogo fue un tornado, dinamita explotando en cada verso de héroes vencidos, una danza tribal y fatal difícil de detener. Por lo que el verdadero final llegaría recién después con Luchador de Boedo y Fin de Semana de Muertes, para terminar, al menos por esa noche, de drenar esa energía bestial, dulce y primaria, que nos dejó en suspenso hasta el próximo combate por nuestra felicidad, pelea que se afronta siempre con la decisión de la primera y con el tesón de la final, deseosos de la batalla, ganadores tan sólo por la emoción valiente y única de pelear por más. A continuación, llegó la banda encargada de cerrar la noche: El Perrodiablo.

 

Esa especie de dragón mutante que escupe fuego sucio directo a nuestros oídos, con su líder Doma como la punta de lanza, la lengua ardiente de la bestia lamiendo la cara del desprevenido. Recorrieron temas de toda su flamígera existencia. El Perrodiablo entregó un show certero e implacable, de una potencia atronadora y necesaria, un espíritu latiendo de rocanroles épicos y sangrantes. El Doma anunció su próxima fecha en el Festipulenta -sábado 17 de mayo-, y dijo lo que todos ya sabemos: “El Perro no tiene explicación”, para atacar a continuación con Algo sobre estar vivo, primer corte de El Espíritu (2012).

 

Doma bajaba y subía constantemente del escenario para cantar con el público. Los tocaba, los abrazaba, les ponía una mano en la frente como un pastor diabólico, agitándole el alma un poquito más. “Esto está hecho igual que siempre pero mejor que nunca”, dijo y le creímos sin dudar. Se despidieron pero la verdad es que nadie, ni ellos ni nosotros, quería irse aún. “Toquemos un tema más, porque tengo ganas de tocar”, dijo Doma antes de arrancar con una canción nueva llamada Los Burros, inscripta en esa misma escuela del poder crudo y garagero al que ya nos tienen acostumbrados.

 

Luego sí, todo terminó, y las huestes salieron al aire nocturno en busca de una brisa que las reponga de todo lo que les acababa de pasar. Y era eso: un nuevo Buenos Aires Calling pasó. La décima celebración de un grupo de artistas trabajando por su arte, por un espacio, por nuevas oportunidades de seguir sonando, de seguir creando eso que nos hace la vida tanto mejor. Y quizás por eso quedó flotando una de las ultimas frases que Doma soltó desde el escenario, otra verdad más, de esas que son evidentes pero que alguien tiene que decir: “No tenemos más que rock y, para este momento del mundo, eso es demasiado.”

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