Antonio Birabent: canción, voz y guitarra
06/12/2013
El músico y actor presentó Lápiz, papel y guitarra en Ultra Bar -San Martín 678, Capital Federal- ante una sala llena. Lo entrevistamos y accedimos a detalles de su intimidad: discos favoritos, la relación con su hijo, anécdotas juveniles y próximos trabajos.

La música dejó de sonar. Las luces rojas, azules y violetas que contextualizaban la previa del show de repente se apagaron. El público aplaudió y un reflector de luz cálida destacó un micrófono en el centro del escenario. Con camisa blanca, pantalón azul marino y botas negras subió con su guitarra eléctrica y la calma que lo caracteriza invadió el lugar. El silencio era absoluto. Las cuerdas casi hipnóticas comenzaron a sonar, tanto las de su guitarra como las de su garganta, instrumentos que se unieron a la perfección y lograron erizar la piel.
Antonio Birabent comenzó su presentación como tanto le gusta: en solitario. Ese modo que muchas veces ha explotado y al respecto reflexiona: “En otros momentos lo he hecho casi como la base de mi comunicación musical. Cuando toco solo pasa algo distinto melódicamente. Hay una conexión muy pura con los demás porque es uno contra uno”.
El jueves 28 en la entrada de Ultra Bar se anunciaba con una pizarra, escrita con tizas de colores, el show del músico y actor de cuarenta y cuatro años que presentaba Lápiz, papel y guitarra, su décimo quinto disco editado en octubre de forma independiente.
“Al final se levantó el viento de tormenta. Con el último sol. Sobre las casas”, entonó con voz dulce, suave y por momentos áspera ante un público que llenó el salón. Era la letra de El sueño de la ciudad del álbum Demoliciones, editado en 2007. Cambió su guitarra por una acústica y continuó: “La que sigue es una canción de amor bastante insatisfecho, que es el mejor amor. Hace mucho que no la toco, al igual que la anterior”. Así, sonó Hoy de Cardinal(2002) y el clima de intimidad se terminó de definir. Pero cuando nos empezamos a acostumbrar a verlo solo, convocó a Mauro Scaparro que se sumó con otra guitarra y luego tocó el bajo. Después de un par de temas se sumó Alejandra Moro, su baterista, y al final también su guitarrista y co-productor del álbum, Victor Volpi. La dinámica que programó hizo que el escenario tuviera constantes cambios que se definieron con un cuarteto como banda. Al finalizar cada tocata recibieron cálidos aplausos y hasta pedidos especiales de determinados temas.
“En los últimos meses había pensado en volver a presentarme solo pero di un volantazo y me di cuenta que quería armar de vuelta un formato más de conjunto”, dice Antonio y explica que al no tener una vida muy rutinaria, la idea de “transformación” es algo habitual en él y por eso es una clave que acompaña al disco y, de hecho, titula uno de los tracks. Si bien la mutación es parte de su personalidad, cada material lo refleja desde distintos lugares. “Yo soy otro con el paso del tiempo pero de alguna manera grabar un disco me pone siempre frente a una situación muy original donde no sé bien cómo empezar y eso es interesante”, cuenta Birabent.
La elaboración de Lápiz, papel y guitarra fue intensa y un poco larga para Antonio que ha hecho discos en menos tiempo y, en este caso, estuvo trabajando más de un año, pero la satisfacción del proceso siempre está presente. “Probamos muchas cosas con Victor Volpi que fue mi socio una vez más y fueron muchos meses de experimentar diferentes canciones -algunas ni siquiera quedaron en el disco- pero fue un buen tiempo. Para mi grabar siempre es bueno, me gusta mucho hacerlo entonces esa etapa por la que paso siempre es muy provechosa”, afirma conforme.
En la extensa carrera musical de Antonio Birabent -alrededor de veinte años- hay trabajos en los que han colaborado muchos invitados, como Gustavo Cerati, Deborah del Corral y León Gieco -sin mencionar el disco que elaboró con Moris, su padre-, y otros donde casi no hubo nadie y su nuevo álbum es uno de ellos “porque se dio así”. “Pensamos con Victor que nos gustaba la idea de tocar casi todo nosotros y así fue. Hay dos músicos que tocan la trompeta y el trombón en una canción”, detalla el músico.
En la presentación que hizo Antonio en Ultra Bar se lo vio realmente muy cómodo. Funcionó como un gentil anfitrión que entre tema y tema explicaba el origen de la canción, alguna anécdota o se permitía bromear con los músicos y el público. Eso se debe en gran parte a la historia que lo une con el sello Utrapop, con quien editó Anatomía y Anatomix, ambos en 2000 y al respecto comenta: “Siento un ámbito muy cercano y conocido por volver a trabajar con Ultrapop. Me gusta el lugar y estoy contento con los músicos, con lo que está pasando con ellos. Estoy en un momento de mucha devolución. Tocar canciones que hace mucho tiempo que no tocaba y hacer las del disco nuevo es interesante.”
No es la primera vez que Birabent presenta su nueva creación y de sus shows anteriores observó que algunas canciones que “tienen euforia” lograron contagiar a los espectadores. “Heroica y Probá mi verdad son temas que tienen una energía que roza la furia y percibí esa devolución de la gente. También hubo momentos de mucha comunión, de sintonía con las personas y eso es muy lindo de sentir porque es algo que no se da siempre y, al fin y al cabo, es para lo que alguien va a un concierto en vivo porque todo lo demás está tan al alcance de su casa”, reflexiona el artista con seriedad.
La música de Antonio no se puede definir. No es rock, no es pop, no es melódica y a su vez es todo eso. Como un perfecto reflejo de su esencia. Él cree que a esta altura su género no está ligado a un ritmo específico o a una manera determinada de hacer música. “Sólo hago canciones y eso ha ido acompañando mi vida discográfica en muchos cambios pero siempre ha permanecido”, cuenta. La fuente de su reinvención como artista podría decirse que fue y es la misma: el amor por la música. En ese sentido, él cree que es algo que aún lo motiva y es el motor para hacer nuevos discos. Después de tanto tiempo encuentra algo en esa actividad que lo sigue conmoviendo y, como si fuese un ordenador, le sigue diciendo que “avance, haga otro disco, vuelva a componer, piense un arreglo e imagine una canción”.
A la distancia Antonio se identifica con determinados discos más que con otros. “Con el tiempo mi mirada cambió y por ejemplo Anatomía es un álbum que no grabaría de nuevo porque ese disco es así, como lo grabé hace 13 años", plantea y continúa: “Anatomix es un disco que reversiona al anterior y es una cara muy distinta de las mismas canciones. Fue muy osado porque en el lapso de seis meses sacamos esos dos materiales juntos pero lo dejaría así también. Si hoy tuviera que grabar de vuelta mi segundo disco -Morir y matar- sí lo haría y sería de otra forma”.
Hay discos que él cree no ameritan una reedición. “No grabaría Azar de vuelta o Tiempo y espacio. La inmensa mayoría no los modificaría, eso no quiere decir que me parezcan perfectos sino que reflejan un momento que yo no podría reproducir hoy”, explica Birabent con claridad. En cuanto a su relación con la nueva música cuenta que no suele escuchar por falta de tiempo y curiosidad, pero recuerda que hace poco le llegó por casualidad algo de una banda llamada Compañero Asma que le gustó mucho. “Me llegó por azar y me interesó, lo cual -cada vez que descubro algo así- me confirma que hay tanta gente haciendo cosas interesantes pero yo no tengo el tiempo para escucharlos. No me interesa gastar energía en eso, prefiero ponerla en otra cosa pero sé que está lleno de gente que hace cosas fabulosas”, concluye el músico.
Desde su infancia hasta la adultez Antonio vivió en España y Buenos Aires de forma intercalada. Es imposible no percibir en su forma de hablar la tonada y las expresiones típicas del país Europeo. Pero de esos tiempos sólo quedan recuerdos. “Perdí la dinámica de volver a España. Siento que es un ciclo de mi vida que se terminó, casi lo miro como algo ajeno, como si no hubiese estado ahí. Pasé mucho tiempo allá, viví muchas cosas pero también entiendo que es una etapa terminada. Tal vez algún día surja una película para hacer o ir a tocar pero cada año que pasa es más difícil porque el tiempo me va alejando de ese ámbito”, cuenta el actor, que en un momento tuvo la oportunidad de hacer una carrera en España y eligió rechazar esa posibilidad. “Tampoco hago mucho énfasis para mandar el disco allá”, concluye.
La no rutina de Antonio cambió radicalmente hace tres años cuando nació su hijo. Como padre dice que se siente muy cómodo y, por supuesto, muy feliz. “Es una enorme responsabilidad y, por otro lado, es algo tan simple, tan básico porque es una relación de cariño y amor con una persona que tiene mucho que ver conmigo. Es sin duda un vínculo más fuerte y tiene una característica incomparable para todo lo bueno y lo “malo” que es que es “algo” que no podés dejar. Es una presencia constante”, dice con ojos enamorados en medio de su característica expresión de seriedad.
Para Antonio no es fácil ir a recitales de otros músicos porque no le gusta estar en situaciones de masa. Es decir, a conciertos multitudinarios no va. “Me invitaron a ver Stevie Wonder pero es en el Estadio Vélez Sársfield. No voy”, dice con cierta gracia y, a su vez, un poco de indignación. Entre uno de los motivos que lo llevan a reaccionar de esta manera, Birabent explica que no puede “apreciar nada musical” y explica: “Para mi son experiencias sociales, no son conciertos de música. La dimensión que tienen esos shows distorsionan la música entonces me corre de la posibilidad de escuchar y de ver”. Por otra parte cree que “lo que está afuera del escenario pasa a ser algo protagónico” y, a su juicio, es “demasiado”. “Si fuera en un teatro o en el Luna Park iría”, dice casi resignado.
En parámetros generales los encuentro masivos no le interesan porque no la pasa bien. “Hay gente a la que le encanta estar transpirada con un tipo adelante mojado que te pega la rasta sudorosa y vuelve a la casa en éxtasis”, dice Antonio con chispa y aclara que nunca le gustaron esas situaciones. “Recuerdo que fui a ver a U2 a los 18 años, en una cancha de Madrid y la pasé muy mal. Era mi banda favorita del mundo, creía que iba a ser una experiencia extraordinaria pero no la pasé bien”, finaliza su anécdota con mucho encanto.
Como es sabido, aparte de dedicarse a la música, una faceta fundamental en la vida de Antonio Birabent es la actuación. "Nunca me fui, diría Aníbal Troilo", dice el actor con simpatía. “Siempre sigo. Hay cosas que son más populares que otras”, cuenta y después detalla que hace unas semanas se estrenó Sola contigo, una película en la que participó.
“Ya no espero que la gente sepa todo porque hay tanto. Antes me enojaba un poco que me preguntaran cuándo volvía a hacer cine o televisión pero después entendí que es lo mismo que me pasa a mi. Yo tampoco sé qué hace cada uno”, cuenta Birabent y anticipa que filmó Internet Junkie, una película de Alexander Katzowicz que fue grabada en Argentina y México y aborda el tema de la adicción a Internet. Por otra parte hizo dos capítulos de La celebración, una serie que se va a estrenar en enero por Telefé y, si bien, son todos los episodios diferentes, cada uno contiene como eje un festejo.
Es evidente que Antonio brinda el tipo de show al que él le gustaría asistir y muchas personas también lo prefieren. Entre adultos, jóvenes y niños pasó su presentación por Ultra que se percibió un poco corta pero excelente. Quizá haya sido lo justo. De vuelta, canción que Richard Coleman escribió y le cedió para que él musicalizara fue una de las grandes interpretaciones, con la que Antonio se mostró muy cómodo.
Los pedidos de bis fueron cumplidos por el artista que, de nuevo, solo con su guitarra acústica -y esta vez sin micrófono- interpretó En altamar. Dejó más que claro que no necesita back line para que su música nos alcance.
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