El frío raspaba la carne. Las armaduras de pulóveres y las lanzas de bufandas no hacían mella contra el ejército glacial de la aguda sensación térmica de invierno. Pero a pesar de esto, el domingo pasado el coqueto bar Sheldon de Palermo tenía su capacidad colmada mucho tiempo antes de comenzar el evento de esa noche y es que el acontecimiento realmente lo ameritaba: Amor Elefante, el grupo del sur bonaerense, celebraba sus cinco años en actividad y esta era la fiesta que nos quisieron regalar y que se merecían. Por el aniversario, por la música, la amistad y el amor en continua actividad. Por eso, a pesar del frío polar, allí era donde teníamos que estar.

 

Demorado por algunos problemas técnicos, el show Elefante arrancó bastante después de lo anunciado, y esto no despertó ni el enojo del público ni reclamos de ningún tipo. Lo dicho: eso era una fiesta, y en una fiesta de cumpleaños siempre algo sale un poquito mal. Ese detalle que en ese momento parece ser lo más importante, que todo lo va a arruinar, pero que enseguida nos damos cuenta que, una vez comenzada la velada, lo único importante es festejar. Así fue que tras un cálido aplauso de recibimiento, A.E. comenzó con una dulce y melancólica versión de Es Amor, bello tema encargado de abrir su segundo disco, el genial Parque Miñaqui.

 

A la formación habitual de Amor Elefante (las tres damas en guitarra, teclados y batería, y el bajista varoncito) se sumó una sección de vientos –formada por un saxo, un trombón y un clarinete - que aportó en diversas canciones cierta espesura a lo ejecutado por el grupo, aunque con resultado dispar. Las voces fundidas, entrelazadas, de Rocío Fernández (batería y voz) y Rocío Bernardiner (guitarra y voz), más el coro ocasional de Inés Copertino (guitarra y teclados), era lo que hacía la diferencia. Esas voces frescas y sinceras, encontrándose en un abrazo sonoro en pleno vuelo, fue lo que llenó de belleza el aire, de luz la noche, y de magia el recuerdo.

 

Todas las Amor E. se encontraban cubiertas por un poncho negro con ojos de pantera en clara referencia al flyer del evento. Sonreían, hablaban con el público, y jugaban con el clima y los ritmos con soltura y picardía. Así fue que se permitieron reformular la mayoría de sus canciones, dotándolas en el proceso de un nuevo sentido. Así pasaron Generación, Hoy es hermoso, Todo Podemos, Astronauta, La Chaperona y tantas más.

 

Este fue un show de festejo y a su vez de mucha libertad, donde un ukelele podía marcar el rumbo, la suavidad invitaba al abrazo, el beat al baile, o donde un theremin, ejecutado brillantemente, otorgaba a las melodías ya conocidas un poder infinito. Fue así que, reversionándose, buscando nuevas potencialidades a sus dulces melodías pop, Amor Elefante ofreció en este show su costado más íntimo, pequeño, como la música que vive en una cajita musical.

 

Vientos, cuerdas, coros, percusión, simpatía, entusiasmo...Amor elefante fue como una orquesta de pueblo en carnaval. Un color de febrero caminando sonriente bajo el sol de la siesta entre risas de bombuchas. Una simpleza natural y una conexión sincera. Adentro del Bar Sheldon no existió el frío esa noche, reinó siempre un calor de canción, un aire de sonrisas, y una alegría sincera y pura de amistad y pasión, como quedó demostrado en el cierre con Merienda Mucho, que con la vuelta de los vientos al escenario se volvió inesperadamente funk. Tras la despedida final y los agradecimientos de rigor, el público aplaudió a rabiar y le cantó a las Amor el "Feliz Cumpleaños". Y todos levantaron sus copas y brindaron por más años de vida, por más canciones únicas, por más años de este grupo imprescindible y porque nunca nunca dejen de jugar.