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El festival del pueblo celebró su

 cumpleaños con todo

06/03/2014

Por @Lepe Baini

Con cinco años de existencia, en su edición número veinte, el Festipulenta festejó en el Club Cultural Matienzo -Pringles 1249, Capital Federal- su aniversario como mejor le sale: con bandas de rock, poetas y ferias. Siempre del lado del under, siempre difundiendo nuevas bandas, los muchachos Juan Manuel Strassburguer y Nicolás Lantos armaron una grilla que nos dejó más que satisfechos.

¿Qué se puede agregar del Festipulenta? Su nombre lo dice todo. Porque a lo largo de estos años se ocuparon de construir una propia identidad, desde la más profunda pasión y el impulso casi natural por hacer lo que hacen y ya entendemos muy bien de qué va su movida. Por eso la adoramos.

Con grandes debutantes en su última edición de cumpleaños y hasta banda sorpresa, el festival pasó por el Matienzo el sábado y domingo y marcó una vez más -ojalá lo sigan haciendo por muchos años- una huella en nuestra memoria para que sigamos recordando lo pulenta que son.

 

Día 1

A las 20:30 Reno inauguró el patio con sus canciones calmas, dulces y perfectas para aclimatarse y, de a poco, asimilar todo lo que vendría después. El espacio al aire libre que funciona como antesala del escenario principal fue ocupado por bastantes ansiosos que disfrutaban del acústico. Mientras tanto, en el primer piso, las ferias ya recibían a inquietos que daban las primeras vueltas de la noche.

Y de repente la dinámica se empezó a activar. Sobre las tablas aparecieron los primeros debutantes de la noche: Los Rusos Hijos de Puta. Estos pibes con actitud desbordada sí que la pasan bien sin ningún tipo de prejuicio. Volcaron sus letras de situaciones extremas, drogas y momentos de locura, llenas de sensualidad bien encarnadas por su líder, Luludot. El descontrol ruso dominó el CCM porque son así. Ellos saben asegurarte la fiesta. La rusa explicó que son pobres e invitó al público a su próxima fecha en Ladran Sancho donde recaudarán plata para grabar su nuevo disco.

Míster atrajo al público que acababa hace minutos con Los Rusos. Una guitarra eléctrica sonó y su voz áspera se desplegó dulcemente. La Ola Que Quería Ser Chau nos devolvió adentro. Como personajes animados, llenos de colores y purpurina derrochada en sus caras se presentó la banda de Migue que sonó justa pero el cambio de integrante en la voz femenina que lo acompaña en la actualidad marcó una clara diferencia.

La rotación de bandas, el comienzo de los acústicos y la apertura del ciclo Más poesía, menos policía -en el primer piso- estaban perfectamente cronometrados hasta el momento. Todo comenzaba como el horario del flyer que entregaban en la entrada lo indicaba. Los Espíritus, con más público presente sonó y el calor en el ambiente se empezó a intensificar. El público se comprometió más con la cuestión pulenta y empezó a agitar. Los punteos precisos, clavados como agujas, hicieron del salón una pista de baile. La perfección del sonido y su voz rastrera y gastada imantaron a la gente que seguía afuera.

Finalizado el show, en el primer piso Violeta Pastoriza leía nerviosa, seria. Historias lindas, la sencillez de situaciones cotidianas, reflexiones comunes de la vida, desde un punto de vista que muchos tenemos. En el pequeño cuarto de lectura, estaba parada frente al micrófono y a treinta personas que la escuchaban con atención, perceptivas con la lectura de esa mirada irónica que desbordaba cierta magia.

Olfa Meocorde, el trío que impacta, arrancó cabezas con sus sonidos intensos de un bajo que se hizo escuchar y detrás de éste sonaron esas guitarras brillantes y traviesas en cada tema. Todo invitaba a una sensación de descontrol, desorden, libertad. Canciones poco comunes que parecían ir desde el funk y heavy metal hasta el reaggae, hardcore y punk. Demián Visgarra eructó su cerveza frente al micrófono y se dispuso a empezar con un suave punteo. La capacidad de mezclar todos los estilos musicales en sus canciones y aún así definir una propia marca era inentendible. Sus melodías parecen saber perfectamente qué estado musical necesita cada porción de letra compuesta y así crean determinados climas e imponen las sensaciones que quieren transmitir. Federico Lavia saludó "aguante el metal" y se bajó con fuertes y cálidos aplausos.

Acorazado Potemkin con su rock alternativo de letras profundas e intensas. Cortes de batería perfectos combinados con estribillos que nadie dejaba de repetir. "A veces vos y yo nos parecemos" movilizó a muchos. Un trío poderoso y super atractivo. Todas sus canciones son buenas. "Son el universo", gritó un seguidor del fondo y, a continuación, pegó un grito desde las entrañas. La banda se despidió a lo grande, con "La carbonera". Les pidieron "Puma Thurman". Juan Fernández agradeció y saludó.

Más poesía, menos Policía presentó su cuarta y última ronda de lectura. Lucio Greco, obsesionado con el poder político relató historias entre Florencia Peña y Néstor Kirchner zombie. Facundo Pastor, Luis Delía, Marcello Tinelli. No faltaba nadie. El humor rebuscado, sarcástico y muy divertido conformaban su prosa.

Sr Tomate llegó con sus melodías pegadizas de armónicas que suenan muy bien. Sonidos alegres, penetrantes y fáciles de asimilar agitaron el pogo. Hasta el final, los stands de Comiqueando con Andrés Acorssi al frente, VideoFlims con los chicos de Fan el programa -simpatizando con el público y amigos-, Discos Dojo, Laptra, NaN y más, aguantaron los trapos con muchas visitas en todo momento.

Fútbol probó su violín y empezó la descarga. La gente se atrajo de nuevo hacia el salón principal y el trío impuso momentos psicodélicos. Pidieron que les saquen más guitarra en un intercambio que duró un par de minutos para luego desatar todo su rock. Un tipo exitado desde atrás agitaba y cantaba su propia letra, como en la cancha. Santiago Couton detrás de su batería se desmenuzó en la voz frente a tantos ojos y cuerpos. Siguieron ajustando sonido. Un violín muy medieval de la mano de Federico Terranova le puso velocidad a la noche que ya terminaba, con estribillos que pegaban y movilizaban al público que se mantuvo parejo hasta el final. Fue un día muy intenso, con mucha convocatoria y gente interesada por todo.

 

Día 2

El cielo celeste, el sol brillante y el aire fresco trajo el segundo y último día del Festipulenta. Más bandas para agitar la cabeza y el puño. La dulzura de Antolín nos dio la bienvenida y empezó la velada musical. Varias almas desde temprano miraron atentos a este astro de la guitarra y la canción. Los Totales en escena repartieron su pop chabón. Julián bajó del escenario y se adueñó del espacio frente a un tímido grupo que no se acercaba. Cantó, tiró su micrófono y rockeó.

Punga nos esperaba afuera con sus melodías tiernas y afiladas. Tocó sólo temas nuevos para festejar el cumpleaños del festival porque de esa forma siempre recordará que en ese evento los tocó por primera vez, explicó. A sus pies una pandereta, una maraca, y unos anteojos de pasta naranja junto a su bolso. Afinó, distorsionó y creó hermosos climas para deslizar una y otra canción.

Estamos bien, empezó Bestia Bebé, otro gran debut pulenta. Con menos de medio salón presente siguió Sabes! y de repente la gente se empezó a acercar más al escenario y más caras se sumaron. Omar avivó un pogo profundo y el baile poguero no se hizo esperar. Sudado de tanta vibra, Tom comentó los grupos que seguían después y entre ellos mencionó a sus amigos de "107 fulanos". Agradeció a Nicolás Lantos y Juan Strassburguer por la inclusión. En el salón la convocatoria creció, el pogó no descansó y entre el público unos niños de nos más de 6 años con sus padres, cantaron Lo quiero mucho a ese muchacho mientras nos desarmábamos en olas de empujones con sonrisas. Con su presencia, los pequeños fueron el tierno comentario de la noche.

Sebastián Goyeneche, con perfecta modulación, nos hizo seguir su historia y con su ironía desató risas en la primera ronda de Sesión Ultravietnamita. Perdedores Pop con su rock psicodélico, suave y por momentos setentoso se hizo presente y de inmediato pintó el baile.

Como en todos los festivales, siempre hay una banda que rompe mandíbulas con su música y patea traseros con su show. Bueno, en este caso quien se hizo cargo de eso fue El perrodiablo. Doma en la voz totalmente descontrolado, en cuero, con un pañuelo negro en el cuello y un bastón negro con una calavera blanca en su extremo, agitaba sus propios temas y decía: "¡Venimos a divertirnos loco, dale!" Un pogo denso rápidamente le dio movilidad al ambiente que estaba casi repleto. "Esto es una declaración de principios" citó a Wallas de Massacre y largó una carcajada. El metal invadió el CCM y todo cumplía con el imaginario de recital que deben tener las abuelas: descontrol, un fuerte pogo, gente sacada de su propio cuerpo y un líder grotesco que nos incentivaba a seguirlo.

Bajó del escenario, se movió entre el público extasiado, encontró a su propia víctima y la hizo parte del show. Un hardrock de pogo ardiente sumó cada vez a más a gente. Muy cerca del escenario, el público escupía cada letra con su líder que desde el centro de un exquisito baile de cuerpos rebotando se convertía en el maestro de todos esos pibes y pibas. El Ozzy Osbourne argentino se hizo notar con su show desmedido y penetrante. Hasta sus músicos poguearon mientras tocaban.

Le cantaron el feliz cumpleaños al festival para después imponer el primer gran mosh de la noche con Algo sobre estar vivo. Pero a él no le bastaba con eso. Burló al Indio Solari y con micrófono en mano se propuso hacer el pogo más grande del Festipulenta. La mitad del salón que ya estaba completo, se abrió en un círculo inmenso para complacer el pedido de la estrella de rock. Con éxito, un hermoso momento vibró. Un final largo que propuso no olvidarlos.

Los poetas y las ferias presentes, movilizaban el circuito y daban un respiro al éxtasis que representaban tantas buenas bandas juntas. La terraza y el bar recibían a muchos hambrientos que alrededor de la 1:00 ya necesitaban recargar energías porque esto continuaba.

La voz suave y ronca de Mariano se desplegó y Valle de Muñecas hizo una gran presentación, repleta de su cálido pop rock. Un poco de agite y baile revivió y luego un cierre con una guitarra intensa y distorsionada fue su despedida.

En los pasillos del pimer piso, entre las ferias y el salón de lectura, apareció a los gritos un hombre: "¡El pez!, ¡el pez!, ¡el pez por la boca muere pero nada contra la corriente!". Todos se dieron vuelta a prestarle la atención que buscaba y una vez conseguida los invitó a escuchar la última ronda de Sesión Ultravietnamita. Era Osvaldo Vigna, quien acompañado de dos guitarras en principio y luego un violín, soltó sus pensamientos sobre momentos cotidianos y profundos. "La poesía no agota, los que agotamos somos los poetas", dijo mientras era grabado y fotografiado por un par de cámaras que lo admiraban y disfrutaban.

107 Faunos desató un pogo voraz y atrevido donde todos cantaron letras que no se escuchaban bien porque la voz estaba muy baja. Marcaron el impulso con sus canciones que te invaden y no te dejan en paz. El mosh volvió a hacerse presente. El sonido del teclado instrumentado por Morita Sánchez Viamonte brilló y realmente se hizo notar. Nos recordó que sigue siendo un elemento valioso y un aporte magnífico en las bandas de esta nueva era.

Con inocencia decían "Me gustan los helicópteros" y enamoraron almas y corazones. El pogo volvió a activarse -si es que en algún momento se detuvo- y el público se entregó a esas canciones que los llenan de sentido. Muy bien parada la banda que hace bailar hasta a Punga. Un pogo y mosh gigante se adueñaron del lugar con el desencaje de cuerpos que sorprendía. Llegó el momento de la banda sorpresa. Las especulaciones se acabaron cuando Prietto viaja al cosmos con Mariano subió a las tablas. Y como era de esperarse acercó a aquellos que siguen el hilo conductor de la posta. Pogo, canto y más baile. Todo su pop rock melódico y psicodélico desgarró pieles y llegó al interior de los que oían atentos. Prietto siempre de costado fue acompañado por coros cálidos y afectuosos del público.

Mujercitas Terror se hizo cargo de los que quedaban. Sonidos poderosos de bases punk sonaron con muchos problemas ante los últimos soldados que querían verlo todo. En el salón, los equipos y músicos iban y venían porque ya se retiraban mientras en escena los problemas con la voz continuaban. Letras que eran una bola de sonido que no se podía escuchar bien. Su propuesta fuerte e intensa era buena aunque el público ya estaba devastado y sólo algunos bailaban y pogueaban con sus últimas fuerzas.

La banda amagó con irse por los contínuos problemas y pedidos al sonidista que parecían no ser escuchados. Los dificultades con el retorno les complicaban el show. El sonidista reaccionó, subió la voz y continuaron. Terminaron su show y como estampida salimos todos agotados de tanto rock.

Otro Festipulenta se fue con honores. Otras noches que fotografiamos en nuestra memoria, que grabamos en nuestros cuerpos y que no queremos que se acabe nunca. Si todos los cumpleaños fueran así, ya empiezo a comprar regalos.

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